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Proyecto Alas Quebradas

 

Más Bukoswki y menos Prozac.

 

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Eso me dice mi psiquiatra: más Bukoswki y menos Prozac. Yo lo miro con cara de no digas tonteras, huevón. Y él me dice: -Estuve leyendo tus Alas quebradas y veo que estás progresando. Trato de contenerme, me gustaría mandarlo a la mierda pero me he comprometido con este tratamiento. Y le respondo. –Si me dices eso es porque te gustaría que aquí mismo, te lo chupara bien chupado, nos arrancáramos la ropa y nos pegáramos un buen polvo sobre el escritorio donde tienes al señor Freud tapándose los ojos y que después le diéramos el bajo a ese botellita de Chivas que nos mira desde la vitrina. Él pega un salto, poco profesional, en la silla, pone cara de hombre paciente y probo y me responde con la mejor de sus sonrisas afeitadas: -No, mi ángel, tú sabes que eso es imposible... Y sigue con toda la cháchara de la relación médico-paciente y que vista mi buena evolución pensaba en bajarme ciertas dosis. Entonces lo interrumpo: -Si me bajas las dosis estoy segura que Bukowski se va al carajo y las alas quebradas se convierten en un montón de mierda, y entonces, lo único que podrás hacer, querido Doctor, es tirar la cadena y cobrar tus honorarios...


[Dedicado a mis queridos detractores anónimos.
Si tú eres uno de ellos, no sabes el favor que me haces.]


 

Elogio de la mierda.

 

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Hemos convertido el planeta en una gran bola de mierda que gira en torno a un solcito mierdoso que irradia una luz diarreica.
Es tiempo de fecalidad absoluta.
Las autoridades han tomado medidas sabias y fecalmente correctas a nivel global. Se han instalado water cada cinco metros en todas las ciudades, campos y montañas del mundo; y se ha inventado un dispositivo novedoso por el cual uno se sienta, hace su caquita y cuando tira la cadena, el water realiza el movimiento inverso y la mierda en vez de irse hacia el alcantarillado, sale hacia afuera en igual cantidad que la depositada por el defecador. Para ello la humanidad está apelando a sus grandes reservas históricas de mierda acumulada en la cloaca general del inconsciente colectivo. Así es como todo lo que producimos se ha convertido en pura y prístina mierda. Mierda de primerísima calidad y de variada consistencia. Por ejemplo, la mierda más durita, esa pro hemorroidal se la usa en la construcción de edificios, puentes y carreteras; la mierda blanda de tipo normal es para uso comestible, de vestuario, eventos sociales y religiosos, propaganda política, meditación, márketing, educación etc etc. La mierda diarreica tiene un uso más restringido pero ha reemplazado con éxito a las sopas, cócteles, jarabes para la tos, discursos de barricada y literatura en general. Toda la mierda es reciclable y tiende a producirse a un ritmo mucho más acelerado que antes de esta consagración definitiva.
Es el tiempo en que se abren las alamedas y el hombre de mierda viene caminando, libre de todo lo que no sea caca. La utopía es aquí y ahora: mierda para todos, todos unidos en la misma mierda.
 

 

Ruleta rusa después de pascua

 

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juguemos ruleta rusa
cuerpos revólveres
balas en el tambor
una bala para ti
una bala para mí
dos balas de chocolate
que nos trajo el conejito
ahora corre
corre
más rápido que el conejito
corre
corre
yo disparo primero
bang
bang

silencio
en el silencio
cuando la noche comienza a coagular
ese nuevo agujerito rojo

tu cadáver exquisito
me mira con dulzura de chocolate
que nos trajo el conejito de la muerte

¿quieres que te cierre los ojos
o te vas quedar mirando las estrellas
que ya se han apagado?

¿por qué no respondes
si la que siempre ha estado muerta
he sido yo?








Desajustes e intemperancias del Ángel desequilibrista

 


no me crecen más alas en el batir de la cópula
ni se restauran los agujeros del tiempo
en ecuaciones de sexos putrefactos
ni las rutinas del desorden artesanal
los cuerpos suponen el delirio de las tortugas
y los leopardos lanzados desde murallas de cristal
entonces nos sumergimos en merlot
y bebemos un falso cielo de seda roja
hasta que una nube
donde los pájaros ocultan su lascivia
nos obliga a aterrizar
en la cama de los antepasados
y sin respeto
ni sonrisas paracaidistas
por esas lápidas blandas
gritamos el placer de cada espina
y el látigo que nos doblega
ante el único amo:
el sueño
que sólo cicatriza fragmentos de alas
y objetos que no han alcanzado
la completa oscuridad
donde nos abrazamos el resto del dolor

 

 

Ángel equilibrista

 

Mi amante A levanta el mástil de su nave. Mi amante B alza la estaca. El mástil de A es firme y apto para largas travesías. La estaca de B puede atravesar el pecho de mil vampiros y deflorar a cientos de quinceañeras en una sola noche. Escojo mi cabello más largo y lo ato al mástil de A y el otro extremo lo amarro firmemente a la estaca de B. Me desnudo lentamente y comienzo a caminar por el cabello extendido entre los falos erectos de mis dos amantes.
La distancia entre ambos es de casi cien metros y la altura a la que me desplazo alcanza fácilmente los cincuenta. Debajo corre el tránsito de la Alameda. A la mitad de mi caminata, los transeúntes se percatan que un ángel de circo atraviesa la avenida y miran hacia arriba, entre tanto suceden algunos indeseados atropellamientos, llamadas al orden de los pacos y alguien que grita: -¡Con esas mensas alas, chuchetumadre, cualquiera se anima...!

Pero lo que nadie sabe, es que mis alitas siguen quebradas y que una caída desde esa altura sería fatal.

 

 

El ángel oscuro canta su infortunio

 

seremos el dolor del otro
y sus bestias cansadas
y la mutua agonía de los monstruos
que engendramos en la ciudad de los espejismos
nos dejaremos asesinar con infinita ternura
por niños tan mutilados como nosotros

me arrancaré los ojos
para que dejes de escudriñar mis vísceras
me cortaré las manos
para que acaricies con ellas
a todos los que piden limosna a la salida del metro
me dejaré tatuar en el hombro
las iniciales de tu ignominia
hasta que me pidas con la furia de tu sexo
que barra con mis alas la habitación
donde has cometido los crímenes más azules
de tu delirio

en estos pasadizos sólo se escucha
la risa de murciélagos alcoholizados
aquí nadie encuentra la salida
es imposible encontrar algo
en la pesadilla de aquellos que se arrastran
sobre el vientre de serpientes transparentes

me dejaré llevar por tus palabras
y tus tormentas eléctricas
cuando ya no tengas memoria de la tierra
y el coro de ángeles dementes
nos griten desde los balcones
lo que nunca hemos querido escuchar

 

Otro requiebro de mis alas.

 

Me abrazó, me pidió perdón, me dijo que no volvería a hacer algo así, pero que ya era tiempo de que termináramos esta historia absurda. Le dije que sí, tratando de contener las lágrimas. No me quedaba otra alternativa que aceptarlo, la evidencia de nuestra mutua destrucción estaba a la vista. Había restos de mis alas y sus garras, por toda la casa. Pero como siempre, quedaba tiempo para un momento más de pasión. Cuando me incliné sobre su pubis sintió que mis lágrimas resbalaban entre su vello, me apartó la cabeza y me volvió a abrazar con la misma ternura de aquella primera vez que hablamos bajo la lluvia, en plena calle. Enseguida me penetró y las bestias se reconocieron instantáneamente e hicieron el resto del trabajo. Mientras nos arremetíamos como gladiadores yo agitaba mis alas quebradas con tremendo esfuerzo y poco a poco comenzamos a elevarnos, cuando estuvimos a varios cientos de metros de la tierra, hice un giro brusco con mis caderas, él perdió el equilibrio y cayó. Desde entonces no he vuelto a saber de él. Las alas me duelen, y cuando recuerdo su caída, su grito maldiciéndome y su último gesto de horror, el dolor se vuelve insoportable.

 

Revelaciones

 

Estoy complicada, me duelen las alas, se me han seguido quebrando.

Hoy ha sido un día de infinitas revelaciones atroces. Supe que mi hermana fue amante de mi esposo durante dos años, pero lo peor fue enterarme que papá abusaba de mi hermana siendo ella ya grande. El Tío Juan me contó esas cosas y casi me mata cuando en medio de la furia le largué que yo tuve una historia con mi prima, su hija, y que la imbécil se enamoró de mí y por eso se fue a vivir a Italia. El tío Juan todavía no acepta que ella esté lejos de Chile.


Ahora se entiende por qué me duelen las alas, por qué las plumas están pegoteadas y sucias de lágrimas y mocos y por qué me seduce la posibilidad de abrir el closet, buscar el revólver que me regaló tío Juan cuando cumplí la mayoría de edad, cargarlo, ponérmelo en la boca y hacer que ese sea el último clic que borre todo de mi pantalla.


Pero no lo voy a hacer. Todavía no. No puedo dejar el maldito blog ahora, me costó mucho decidir meterme en esta mierda tan adictiva, que según algunos puede llegar a ser una buena terapia. Alguien quizás está entrando en este preciso instante y debo atenderlo, secarme las lágrimas y atenderlo como corresponde, siempre fui una buena anfitriona.

Alguien llama.

¿Quién es? ¿Eres tú Doc o tú Hans?. ¿Traen vino suficiente?

Respondan.

Tal vez sea R, el magnánimo R.

Ojalá sea la encantadora Magda, o C. la que excava profundo, o la elocuente Petrushka.

¿Quién me llama?

Ya basta, respondan!!!

¿Es el Gato solitario que merodea en el jardín con sus poemas?

¿Eres tú Klein? Seguramente te gustaría tener sexo conmigo, tal vez otro día, si es que hay otro día.

Quién anda ahí, responda!!!

El revólver está cargado y el tío Juan me enseñó a disparar muy bien.






Variedad de alas del ángel mutante



De tanto meterse, variados objetos, en los agujeros del placer, le crecieron alas objetuales que ya no se le quebraron. Alas de frutas y bijouterie sin necesidad de sujeto activo lamedor de heridas. Alas de vergas concentradas en la multiorgasmia real y polisémica. Alas de vaginas amigas donde ocultarse de la tristeza y de la brutalidad de los machos. Alas de cilindros endurecidos en algún crimen fashion. Alas tan heterogéneas como el color de los labiales oscuros y de la tintura rojiza que oculta las primeras canas del amanecer después de la orgía. Pero no sólo de alas que llenan agujeros, viven los ángeles mutantes, sino también de la fornicación ajena en espacios espirituales que someten amor y muerte a un solo gesto: la risa blanca que todo lo transparenta derramada en forma de cielo.

Delirancia sentimental navideña del Ángel de alas quebrada

 


Se abren piernas bocas corazones pieles. Todas las partes del cuerpo, fetiches de belleza ciega. La estrella de la fornicación señala sures famélicos de placeres iconoclastas. Los demonios que nos acompañan eyaculan en las bocas de las vírgenes para no deflorar sus navidades. Hay un dolor de obsequios vencidos por el sudor de otros cuerpos bajo lluvia de consumos torrenciales. Nos desnudamos para contrapesar los falsos árboles de redención. Y ellos se masturban sacramentalmente para hacernos creer que sólo cuentan sus vergas religiosas. Tenemos orgasmos (múltiples) para que algo, al menos, sea nuestro y de nadie más, en esta entropía litúrgica y sanitaria. Ese rouge desalmado y rojo, no alcanza para escribir la frase completa de la salvación en el espejo. Frente a ese espejo, una niña con carita de ángel llora desconsoladamente por el regalo equivocado.

Celebración

 


Bebemos el vino sagrado de la lujuria. Nos desnudamos siete veces bajo el cielo del hastío y fornicamos como animales de fuego. Nos crecen alas de tanto copular con nuestras sombras, de entregarnos a caricias reptiles y a desgraciadas mutaciones de la tristeza. Derramamos ese vino sobre la frente de los elegidos. Les suplicamos a sus vergas y a sus vaginas que no escatimen esfuerzos en estas batallas de camas tempestuosas. Naufragamos en el amor pero nos salva el último placer de un cuerpo mutilado por la soledad. Nos emborrachamos bebiendo de la boca de ese amante que sólo puede pronunciar el nombre del dios que se alimenta de falsos orgasmos de putas.
Después de la orgía vomitamos los unos sobre los otros, excitándonos nuevamente en un delirio de inmundicias y nos abrazamos al cuerpo más frágil que nos ofrece su suavidad, su inconcebible ternura y su abandono.

Ángel de la amistad

 
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Anda triste mi amiga. El prozac no le alcanza. Se le vienen los mares a los ojos, no sabe nadar y se ahoga. No puede seguir así, entonces le sugiero terapia orgásmica. No le sirven del todo mis caricias lésbicas, mis mimos de amiga incondicional, ni el pene verde de látex que compramos juntas en el sex shop de la galería donde nos conocimos hace dieciséis años. Le propongo varios de mis machitos de turno. Cuesta convencerla, porque su estado es tal, que preferiría que le dejara en la mesa de luz la dosis exacta de psicofármacos para pasar al otro lado. La obligo a esta cura alternativa.
La ato a la cama y llamo a mis amiguitos. Los mejor dotados, los más pacientes, los de caderas más cimbreantes, los de risa más generosa. El Rojo y el Negro llegan puntuales a la cita. La acarician durante horas, la untan con aceite, la besan milimétricamente. La tratan como a lo más preciado. Se la culean con suavidad extrema y con furia de tempestades durante cuatro horas consecutivas. Yo contemplo la escena totalmente mojada y voy anotando en un cuaderno los orgasmos de mi amiga. Cuando llega a los cuarenta, el número exacto de su edad, está curada. Duerme veinticuatro horas seguidas y se levanta de la cama transformada en una diosa, radiante, con ganas de vivir y de seguir fornicando.
Y lo mejor de todo, solidaridad de prostitutos, el par de huevones terapeutas no me cobran ni uno. Hoy por mí, mañana por ti.

Ángel de la mecedora

 
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Me siento desnuda a esperar tu cuerpo. Mezo mi deseo. Hacia delante tu verga, hacia atrás tus nalgas, en todas partes tus ojos, tu abrazo. Sobreactúo las fluctuaciones de tu carne encima mío. Voracidad de madera sinuosa. Te espero sabiendo que no llegarás y el único movimiento será el de mis propios dedos hurgando mis humedades y mi clítoris. Quizás mi placer de hembra oscilatoria te llame a través de las calles sucias de este invierno mal parido en tristezas y ansiedades lobas. La madera de esta vieja mecedora conoce mis placeres insomnes y mis esperas oscuras. A veces quisiera que tu cuerpo estuviese hecho de esta misma madera que ha mecido a tres generaciones de putas. Mi madre se sentó en esta misma silla y me hizo dormir sin darme nunca la teta. Tal vez en uno de esos sueños de niña hambrienta comencé a concebir este vaivén desesperado entre el deseo y la nada.
Quizás llegues una de estas noches y te sientes en la mecedora y enyegüeciéndome, me pidas que te monte y en esa cópula terminemos por quebrarle las patas a este animal de mi solitaria pesadilla.

Del ángel de las putas

 
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Todas nosotras, las de piel de hielo derretido en tu boca. Las de agujeros donde encuentras la nada y te arrodillas a beber el placer más desgraciado. Las que te engañan con tu propia muerte. Las que proyectamos sombras fornicadoras de luz. Toda la luz vaginal del mundo. La que te vio la verga chiquita por primera vez en tu infierno de espera y ansiedad. Todas nosotras, putitas lindas perfeccionistas de la trampa. Las que sonreímos a la mierda y nos tragamos las leches de lunas imaginarias. Las que nos dejamos partir al medio para que encuentres tu falsa mitad. Las de entrañable sordidez y risas camaleónicas. Las que redimimos a tantos huevones como tú, que han dejado de creer en el amor y se conforman con corbatas rojas de placer y seguridad. Las que cobramos caro. Las que cobramos barato. Las que nos dejamos culear gratis porque dijiste la palabra mágica y cantó un pájaro en la contracorriente magnética de la tarde. Las que creemos que no hay salida de este laberinto de placeres reales e irreales, pero seguimos moviendo las caderas para que el amor y la muerte continúen con el juego de la vida.

Del ángel de la gula

 
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Mi sexo inundado con tu leche que no has de beber. Tu leche de preguntas negras iluminando mis adentros. Y mi ano que recibe tu zanahoria, virtuosa y dulce, en el avance de la noche vengativa. Los rebordes de mierda alrededor del ojo oscuro simulan la visión de manjares prohibidos. Mi boca de infinitas bocas se te ofrece en todas las frutas que desvarían por saber tu nombre de iniciado en la gula de mi cuerpo. El más desconocido y voraz de mis amantes. Y mis tetas bombardeadas de falsa crema y mermelada de incertidumbre. Mis pobres tetas meretrices que sólo han amamantado a cabrones como tú. Y el ombligo angelical donde abrevan tus pumas de la impaciencia carnívora. Tan fácil dejarme devorar por tus bestias lujuriosas y previsibles en el hastío. Tan dócil tu ángel, compasiva, en la entrega de sabores carnales que apenas sacian al niño famélico que arrastras por los suburbios de tu propio cuerpo. Y me arrancas las plumitas de la espalda bajo el engaño del chocolate prometido que derrites en tu boca. Pides más y más y me entrego entera a tu gula de condenado sibarita. Más y más, suplicas a tu hembra agridulce, cuando sobreviene el vómito que te alivia.

Los caminos del cuerpo del ángel del placer

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Te entrego mi cuerpo para que lo ilumines de placer. Pero con tu pincel envergado trazas flechitas negras desorientando el gozo. Y me convierto en el mapa viviente de tu obsesión desnuda. Empiezas por el cuello-culo, magnético, y gira kamagórica mi carne gozosa y puta. Genuflexo ante mis tetas-bocas-pezones-labios, abres humedades que gritan relámpago animal. Bordes sagrados del ano, soy Sodoma, la flechada por detrás. Mi sudor sacerdotal a corazón abierto se derrama en el espasmo de tus anticaminos y de tus desiertos omnívoros, caravana de espantapájaros erectos y de alegres pájaros envaginados. Siguiendo las flechas del absurdo, trescientas cincuenta y nueve hormigas de caricia marabunta descienden desde mi ombligo hormiguero hasta tu meato lechoso, cuando tus alacranes prestidigitadores, erógenos y posesivos, espantan a tus murciélagos de manos blancas de mis oscuridades voraces. Caminos de piel sin día donde se aniquila toda realidad que no sea angelicalmente sexífera.

(Y así, multitud de huevoncitos como tú que, entrando y saliendo, necesitan dibujar mapas de sus desvaríos venéreos para redimirse del amor.)

Del sexo multiforme del ángel de la salvación.

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Decía que mi sexo tenía sabor a jazmín y a orines de unicornio. Decía que su verga podía entrar en mi laberinto y perderse durante días sin preocuparse por encontrar la salida. Decía que mi conchita tenía sonrisa de niña reflejada en el cristal de cualquier encrucijada de ventanas carnívoras. Decía que le gustaba chupármela porque era como saborear la esencia del mundo subterráneo cuando se une con el cielo. Decía que mi sexo era perfecto en caudales y bendiciones. Decía que cualquier enfermo copulando conmigo se sanaría instantáneamente de sus males. Decía que la tenía del tamaño que se necesita para que la danza alcance las estrellas. Decía que penetrarme diariamente era lo único que le daba paz y le permitía seguir creyendo en la vida. Decía que quería ser masticado por mi sexo y devorado y arrojado a ese cielo donde los ángeles fornican contemplativamente para deleite del Buen Dios. Decía, este amante exagerado, que el sexo del ángel mutante de alas quebradas era uno de los atributos de la divinidad.

Obviamente, yo no le creía un carajo toda esa palabrería pseudomística, pero trataba de restaurar mis alitas fornicando con Él. Y bien que me hacía gozar el conchadesumadre que se creía profeta y lo dejaban salir del psiquiátrico tres veces por semana.
 
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